Desde el día en que nacemos lo sabemos. Quizás no seamos
conscientes en ese momento...quizás no seamos conscientes en ningún momento de
nuestra vida. Pero somos perfectos imperfectos.
He podido darme cuenta de esto, simplemente en pequeños
detalles que se van acumulando sin apenas darles importancia. Detalles que guardas como una
hormiguita que intenta sobrevivir día a día. Detalles que van moldeando tu
carácter y tu personalidad, que hacen que de un día para otro cambie todo sin
volver a ser igual.
Allá por donde vas lo puedes observar. Ese anciano apagado
en un banco por la ausencia que dejo hace tiempo su único y verdadero amor. La
mujer que camina agotada con bolsas y más bolsas que llevar a su hogar sin
saber que encerrado espera el ogro al que ella cree amar. El joven que rebelde
cree conocer todo, jugando con su vida sin saber los efectos que en él puede
provocar. El niño que inocente a través de su mirada regala lo que tanto nos
cuesta demostrar sin complejos ni prejuicios por el qué dirán.
Todos creemos nacer perfectos. Todos volamos hasta el más
alto cielo y luego...luego caemos golpeándonos la cara contra el suelo.
Maquinas imperfectas de sentimientos y emociones que luchamos por controlar
pero que juegan con nosotros a su antojo. Barreras y muros construidos
inconscientemente para alcanzar la perfección. Títeres que realizan cada día la
función donde el guión está escrito por el odio y el amor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario