Espero que os guste.
A la sombra de Cervantes, esperando el crepúsculo. Me
adentré en la Plaza San Diego. Pequeño, contemplé desde el frío banco toda su
historia. Ante mí pasaron 514 años de
sol, de lluvias, de noches y amaneceres desencadenados que fueron forjando su
majestuosidad ante mis ojos fascinados. Vi desde el Cardenal Cisneros, pasando
por Melchor de Jovellanos, a estudiantes
y trovadores recitando serenatas que hicieron de Alcalá, la cuna de la
sabiduría. Ante mis manos, cinco siglos de ciencias, de letras, de dramaturgos
y ensayistas, de narrativa y de embaucadora poesía.
Y en el candor del atardecer, llegué a ver como sufría.
Sentí la soledad, que sus paredes en el devenir de su vida, en ocasiones padecieron.
Oí caer bombas cercanas, sobresaltando la armonía que con sólo mirarla se
vislumbraba, al cobijo de árboles y bancos de piedra caliza.
Mimetizado, no pude más que ver los minutos pasar. Cautivado
por los pequeños faros que la elevaban de la implacable oscuridad. Si con la
luz de día, su grandeza puede hablar. Contemplarla de noche deja al ambiente
sin palabras que uno pueda recitar.
Así, embrujado, navegué por cientos de años hasta hoy. En
este mismo momento en el que con un lápiz desgastado escribo estas palabras
desordenadas. Ahora que por fin nos miramos, tú inmóvil y yo en mi aplacada
soledad. Un placer conocernos, ilustrarme en nuestro diálogo. Humilde ante la
esplendorosa fachada de la Universidad de Alcalá.
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